El agua
¿Qué es el proceso de potabilización del agua y cuáles
son sus fases?
Basta un dato para entender la importancia de una
tecnología que permite, con toda tranquilidad, beber el agua que antes no era
apta para el consumo humano: solo el 0.4% del agua de la Tierra es potable sin
ningún tratamiento, de forma natural. La potabilización se confirma como un
recurso clave en el futuro del planeta, sobre todo si sigue aumentando la
población, la demanda de agua y fenómenos climáticos como las sequías y la
desertificación.
La potabilización varía dependiendo de dónde viene el
agua, de la fuente que la irriga. Existen dos tipos fundamentales de fuentes:
superficial (agua de un río o un lago, por ejemplo) y aguas con presencia de
sales o metales pesados. En el primer caso, el proceso es más simple, y suele
consistir en separar ciertos componentes del agua natural, seguido de la
precipitación de impurezas, filtración y desinfección con cloro u ozono.
El segundo caso es más complejo y suele darse en regiones
con escasez de recursos hídricos. Un caso particular es la desalinización del
agua de mar, que habitualmente emplea técnicas de ósmosis inversa o
destilación. En ambos casos, gran parte del proceso tiene lugar en las
Estaciones de Tratamiento de Agua Potable (ETAP), comúnmente conocidas como
potabilizadoras.
El tratamiento de la potabilización en estas
instalaciones sigue seis fases básicas:
Pretratamiento.
Elimina los sólidos de gran tamaño, aplica una pre-desinfección y separa la
arena del agua para no dañar las bombas de la ETAP.
Coagulación-floculación. Ya
dentro de la potabilizadora, se incorporan los componentes que potabilizan el
agua y se ajusta el PH del agua (el parámetro que mide la alcalinidad o acidez
de una disolución).
Decantación. Mediante gravedad,
el decantador separa las partículas en suspensión más densas que porta el agua.
Filtración. Capta y separa las
partículas menos densas al pasar el agua por un medio o filtro poroso de
diferentes tipos: de arena o carbón activado, abierto y por gravedad o cerrado
y a presión.
Desinfección del agua. Se
consigue mediante un agente desinfectante. El cloro es el más común, aunque
también se emplean dióxido de carbono, rayos equis u ozono. Este último sistema
es más costoso y tiene el inconveniente de que su efecto se evapora en una
media hora.
La potabilización gana terreno como capacidad estratégica
para el futuro de la humanidad desde varios frentes: por ejemplo el aumento de
la población en general y urbana en particular, junto con los desafíos del
calentamiento planetario (el avance de la desertificación y las sequías, entre
ellos) y el Objetivo Sostenible nº 6 de Naciones Unidas: el derecho universal
al acceso al agua de calidad y al saneamiento. Según la ONU, hoy 4.000 millones
de seres humanos padecen escasez hídrica al menos un mes al año.
El enemigo: los microplásticos. El aliado: las
renovables. Esto hace que el sector del agua en su conjunto supere el 5% de
crecimiento anual y pueda alcanzar en 2023 un mercado de casi 68.000 millones
de euros, según previsiones de BBC Research. La dependencia económica del agua
es enorme, por ejemplo la Unión Europea estima que 3,4 billones de euros del
PIB de la Eurozona son generados por sectores dependientes del agua, un 26% del
PIB total de la región.
A la escasez de agua, que en el futuro podría agravar la
crisis de las migraciones por causas climáticas, se añaden otros problemas
medioambientales como el crecimiento de contaminantes muy complejos y difíciles
de detectar, por ejemplo los microplásticos (partículas de tamaño ínfimo que
pueden acabar en la dieta humana a través del consumo de fauna marina, aunque
ya existen tecnologías experimentales capaces de filtrarlos, de acuerdo con
empresas como Acciona) y sustancias procedentes de la industria farmacéutica.
Tanto las ETAP como las desalinizadoras enfrentan otro desafío: alimentarse de
una energía eléctrica lo más ecológica y renovable posible.
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